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jueves, 31 de mayo de 2012

Materializar fantasías escribiendo rol narrativo





La imaginación lleva a la posibilidad de vivir historias lejanas e improbables, repleta de emociones conocidas que se renuevan o desconocidas que desnudan sus misterios, mas allá de los que podemos sentir, en escenarios de diferentes texturas y arquitectura que inspiran y agradan a nuestra intelectualidad, en compañía de otros que también sueñan y comparten esta visión. Unir las piezas para crear un todo interesante, lúdico, óptimo y agradable.

Una vez mas pero en voz alta juego a escribir pero juego en serio…

Imaginar una sutil brisa que empuja la espalda y sentir el aire contra el cuerpo una sensación que nos rodea de realidad se mezclan porque somos seres capacitados para disfrutar de nuestro entorno real, tanto como de nuestros sueños e ilusiones. Es tal la importancia de esta división que uno de los grandes ideales del ser humano es hacer un sueño realidad; una frase muy reveladora, como puente entre ambos mundos.
El ideal está en lo imaginario, pero no tendría un sentido completo si no lo invocamos en el mundo real. Ciertamente, una historia es, en esencia, el intento perpetuo de trasladar una ficción a la realidad.
Mientras escribe el cuenta cuentos, mientras dura la novela, la obra de teatro,
el cómic o la película, la puerta está abierta y somos  cautivados por lo maravilloso, lo
improbable, lo remoto, lo extremo, lo (aparentemente) inaccesible. Soñar, hoy día, se considera una pérdida de tiempo, una observación de musarañas, una arquitectura en las nubes.
Yo pregunto, entonces... ¿Qué es lo que mueve el mundo, sino, los sueños? ¿Qué acelera nuestro corazón, sino, la pasión? En un mundo tan desencajado, monopolizado o tan aparentemente yermo de sentido, la realidad sigue siendo evidente: hay personas, como tú, que utilizan una y otra vez el poder de su imaginación para trascender; trascender, que no huir. No se puede huir de la realidad, el reloj es imparable; nuestros pies caminan por la senda de lo probable y así debe ser. Por suerte, nuestra mente fue concebida para volar, y vuela, más allá de lo que muestran los sentidos. Su constante huida de las limitaciones nos hace como somos. ¿Seres racionales? Por supuesto, pero no menos que espíritus vagamundos instigados por una eterna curiosidad.

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